jueves, 4 de abril de 2013

Neoliberalismo en América Latina.

Un documento de trabajo de la Compañía de Jesús en Iberoamérica.
(Vale la pena leer con atención el extenso documento, del que se han sacado las siguientes ideas)
Neoliberalismo en América Latina

El texto presenta elementos conceptuales del neoliberalismo y de la concepción del ser humano que conlleva. Muestra luego los efectos del neoliberalismo sobre los pobres y sobre el bien común de la sociedad y concluye sugiriendo líneas de estudio y acción.

En la década de los años 80, el proceso de ajuste necesario, golpeó tremendamente a las mayorías populares . Después, en los años 90, a pesar de que efectivamente se ha dado un crecimiento económico moderado. ha aumentado la protesta ciudadana y en algunos lugares ha vuelto a aparecer con fuerza la lucha armada. La desigualdad, la miseria y la corrupción, que son los tres grandes motivos del descontento general están presentes, y en no pocos aspectos se han agravado. Y en los últimos años esta situación tiene detrás una manera de hacer economía llamada neoliberalismo que además penetra la política y toda la vida social.

Aproximación conceptual al neoliberalismo. El neoliberalismo, tal como se entiende en América Latina, es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado. Este mercado absoluto no acepta regulación en ningún campo.  Oponerse al neoliberalismo no significa estar en contra de la utilización eficiente de los recursos de que dispone la sociedad, no significa delimitar la libertad individual, no significa apoyar el socialismo de Estado. Oponerse al neoliberalismo significa afirmar que el hombre y la mujer son irreductibles al mercado, al Estado o a cualquier otro poder o institución; y significa denunciar las ideologías totalitarias, porque cuando éstas se han impuesto, el resultado ha sido la injusticia, la exclusión y la violencia. 
El neoliberalismo, tiende a valorar al ser humano únicamente por la capacidad de generar ingresos y tener éxito en los mercados, y llega hasta los últimos reductos de las comunidades destruyendo la solidaridad y desatando la violencia.

En el contexto de la radicalización neoliberal, se desata la carrera por poseer y consumir, se exacerba el individualismo y la competencia,  y lleva al olvido de la comunidad, produciendo la destrucción de la integridad de la creación. Las políticas neoliberales restringen la intervención del Estado hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos. Eliminan los programas generales de creación de oportunidadesy los sustituyen por apoyos ocasionales a grupos focalizados. Privatizan empresas con el criterio de que la administración privada es mejor. Abren sin restricciones las fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y dejan sin suficiente protección a los productores más pequeños y débiles. Hacen silencio sobre el problema de la deuda externa cuyo pago obliga a recortar drásticamente la inversión social. Subordinan la complejidad de la hacienda pública al ajuste de las variables macroeconómicas, sin atender los nuevos problemas de la población que emergen de estos ajustes. 
Insisten en que estos ajustes producirán un crecimiento que elevará los niveles de ingreso y resolverá la situación de los desfavorecidos. Para incentivar la inversión privada, eliminan los obstáculos que podrían imponer las legislaciones que protegen a los obreros. Liberan de impuestos y de las obligaciones con el medio ambiente a grupos poderosos, y los protegen para acelerar el proceso de industrialización, y así provocan una concentración todavía mayor de la riqueza y el poder económico.

Estas medidas de ajuste han tenido aportes positivos, como la contribución de los mecanismos de mercado para elevar la oferta de bienes de mejor calidad y precios, la reducción de la inflación en todo el continente, el quitar a los Gobiernos tareas que no les competen para darles oportunidad de dedicarse, si quieren, al bien común, la conciencia generalizada de austeridad fiscal que lleva a utilizar mejor los recursos públicos, y el avance de las relaciones comerciales entre nuestras naciones. Pero estos elementos están lejos de compensar los inmensos desequilibrios y perturbaciones que causa el neoliberalismo en términos de multiplicación de masas urbanas sin trabajo o que subsisten en empleos inestables y poco productivos, quiebras de miles de pequeñas y medianas empresas; destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indígenas y campesinas; expansión del narcotráfico basado en sectores rurales cuyos productos tradicionales quedan fuera de la competencia; desaparición de la seguridad alimentaria; aumento de la criminalidad empujada no pocas veces por el hambre; desestabilización de las economías nacionales por los flujos libres de la especulación internacional; desajustes en comunidades locales por proyectos de multinacionales que pr escinden de los pobladores.

El neoliberalismo, al oponerse a la intervención redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad, introduce el criterio de que solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los recursos y deja de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaria o la reforma agraria integral.

Estamos peligrosamente empujados por una cultura que radicaliza la ambición por poseer, acumular y consumir, aparecen la inestabilidad de las familias, las múltiples y crecientes formas de violencia, la discriminación contra la mujer, la destrucción del medio ambiente, la manipulación de los individuos por los medios de comunicación, hostigamiento al campesinado y las comunidades indígenas, el crecimiento de ciudades inhóspitas, la pérdida de legitimidad de los partidos políticos, la corrupción de los dirigentes, la privatización del Estado por grupos con poder económico, la pérdida de gobernabilidad del aparato estatal, la penetración de consumos alienantes como la droga y la pornografía, la complejidad de procesos de secularización y de búsquedas espirituales que prescinden del compromiso comunitario y de la práctica de la solidaridad. El neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición del bien común como objetivo central de la política y la economía. 

Ademas de entender a fondo el neoliberalismo y las dinámicas sociales concomitantes...
Tenemos una tarea pedagógica inmensa: En un contexto donde desaparece el horizonte del bien común y cada uno busca su propio provecho en el mercado, la exclusión social se profundiza. 
Hay que emprender una esfuerzo educativo formal e informal para transformar las instituciones, empresas y proyectos excluyentes, las políticas de la exclusión, y a los hombres y mujeres que son actores de exclusión, muchas veces sin conciencia de ello. 
Tenemos que empezar por examinarnos a nosotros mismos, nuestras preferencias y los grupos que frecuentamos. Nosotros también podemos ser parte de la dinámica de la exclusión. Y también hay que propiciar cambios en los excluidos, porque ellos a su vez son muchas veces la contraparte del tipo de sociedad nacional e internacional que hemos creado.

El desafío está en partir de los que han sido dejados fuera y desde allí, al lado de los pobres y caminando con ellos, proponer para todos la más inclusiva o incluyente de las sociedades posibles y viables. Por eso esta tarea llama a una transformación estructural de nuestras sociedades que va más allá de la resistencia a los elementos perturbadores del neoliberalismo. No se trata de incluir a los excluidos, en sistemas que son aparatos de generar exclusión. Se trata de un trabajo paulatino y paciente por crear la sociedad solidaria que no existe.

Siempre los hombres y mujeres estarán amenazados por la codicia de la riqueza, por la ambición de poder y por la búsqueda insaciable de satisfacciones sensibles. Hoy esta amenaza se concreta en el neoliberalismo, mañana encontrará otras expresiones ideológicas y aparecerán otros ídolos. Nosotros hemos sido llamados en la Iglesia para contribuir a la liberación de nuestros hermanos y hermanas del desorden humano y vamos a permanecer allí, en esta tarea al servicio de todos, situándonos al lado de nuestros amigos lo pobres porque desde allí lo hizo nuestro amigo, el Señor Jesús (CG34, 2,9).


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