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lunes, 24 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
martes, 23 de abril de 2013
Cuentos de la Virgen.
¿Para qué vale este libro? Para emocionarte, para dejarte conmover. Descubrirás la ternura de la Virgen de la que el Evangelio dice que guardaba todo en su corazón.Estamos acostumbrados a hacer lecturas marianas. Cuentos de la Virgen es otra cosa: narra los cuentos que María contaba a su Hijo... No sé cuándo. Creo que cuando las madres cuentan cuentos a sus hijos... Ella tenía tiempo... Ahora ya no tenemos tiempo para contar cuentos, para inventar cuentos... Hace falta mucho tiempo y corazón para crear un cuento.Los destinatarios de estos cuentos quizá sean los niños, pero los entenderán mucho mejor los adultos, sobre todo si estos han vivido mucho y tienen escondido un niño en su corazón...
La ternura narrativa de Maria
Colección: GESTOS Y PALABRAS
Autor: PEÑARANDA ALGAR, JAIME DE;
Catálogo: Pastoral
Edición: 7
ISBN: 978-84-9842-832-2
PVP sin IVA: 8,56 €
PVP con IVA: 8,90 €
PVP con IVA: 8,90 €
sábado, 13 de abril de 2013
Enfoque adecuado de la Biblia.
Enfoque adecuado de la Biblia y su interpretación
El Papa Francisco recibió a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica y en su discurso explicó que “la Palabra de Dios precede a la Biblia y la sobrepasa. Por eso el centro de nuestra fe no es solamente un libro, sino una historia de salvación y sobre todo una persona, Jesucristo, la Palabra de Dios que se hizo carne”.
El Santo Padre, que agradeció el trabajo que realiza la Pontificia Comisión presidida por Mons. Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; recordó que “la vida y la misión de la Iglesia se fundan sobre la Palabra de Dios, que es el alma de la teología y, a la vez, la inspiradora de la existencia cristiana”.
“Las Sagradas Escrituras son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el acontecimiento de la Revelación”, afirmó, e indicó que “precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza las Escrituras y se extiende más allá de ellas, es necesaria la presencia constante del Espíritu Santo que ‘guía a toda la verdad’”.
“Es necesario situarse en la corriente de la gran Tradición que, con la ayuda del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos como Palabra dirigida por Dios a su pueblo y no ha cesado nunca de meditarlos y descubrir su riqueza inagotable”, añadió.
Francisco recordó que el concilio Vaticano II reafirmó esto con claridad en la constitución dogmática ”Dei Verbum”, que señala que “todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios”.
“De hecho la Sagrada Escritura es Palabra de Dios en cuanto se le ha dado forma escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo; en cambio la sagrada Tradición transmite integralmente la Palabra de Dios, confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo a los apóstoles, a sus sucesores, para que éstos, iluminados por el Espíritu de verdad, con su predicación la conserven con fidelidad, la expliquen y la difundan”, explicó el Papa.
Por tanto, la interpretación de la Biblia no puede ser solamente una labor científica individual, sino que siempre debe ser confrontada, insertada y autenticada con la tradición viva de la Iglesia”.
“Esta norma es decisiva para precisar la relación correcta y recíproca entre la exegesis y el Magisterio de la Iglesia. Los textos inspirados por Dios han sido confiados a la Comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo para alimentar la fe y guiar a la vida de caridad”, señaló.
Finalmente, despidió a los miembros de la Comisión Bíblica y manifestó su deseo de que en este Año de la fe “contribuya a que resplandezca la luz de la Sagrada Escritura en el corazón de los fieles”.
El Papa Francisco recibió a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica y en su discurso explicó que “la Palabra de Dios precede a la Biblia y la sobrepasa. Por eso el centro de nuestra fe no es solamente un libro, sino una historia de salvación y sobre todo una persona, Jesucristo, la Palabra de Dios que se hizo carne”.
El Santo Padre, que agradeció el trabajo que realiza la Pontificia Comisión presidida por Mons. Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; recordó que “la vida y la misión de la Iglesia se fundan sobre la Palabra de Dios, que es el alma de la teología y, a la vez, la inspiradora de la existencia cristiana”.
“Las Sagradas Escrituras son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el acontecimiento de la Revelación”, afirmó, e indicó que “precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza las Escrituras y se extiende más allá de ellas, es necesaria la presencia constante del Espíritu Santo que ‘guía a toda la verdad’”.
“Es necesario situarse en la corriente de la gran Tradición que, con la ayuda del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos como Palabra dirigida por Dios a su pueblo y no ha cesado nunca de meditarlos y descubrir su riqueza inagotable”, añadió.
Francisco recordó que el concilio Vaticano II reafirmó esto con claridad en la constitución dogmática ”Dei Verbum”, que señala que “todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios”.
“De hecho la Sagrada Escritura es Palabra de Dios en cuanto se le ha dado forma escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo; en cambio la sagrada Tradición transmite integralmente la Palabra de Dios, confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo a los apóstoles, a sus sucesores, para que éstos, iluminados por el Espíritu de verdad, con su predicación la conserven con fidelidad, la expliquen y la difundan”, explicó el Papa.
Por tanto, la interpretación de la Biblia no puede ser solamente una labor científica individual, sino que siempre debe ser confrontada, insertada y autenticada con la tradición viva de la Iglesia”.
“Esta norma es decisiva para precisar la relación correcta y recíproca entre la exegesis y el Magisterio de la Iglesia. Los textos inspirados por Dios han sido confiados a la Comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo para alimentar la fe y guiar a la vida de caridad”, señaló.
Finalmente, despidió a los miembros de la Comisión Bíblica y manifestó su deseo de que en este Año de la fe “contribuya a que resplandezca la luz de la Sagrada Escritura en el corazón de los fieles”.
miércoles, 10 de abril de 2013
Resistencia, Profecía y Utopía en la Iglesia de hoy.
Nicolás
Castellanos.
Resistencia, Profecía y Utopía en la Iglesia de hoy.
Herder
Editorial, 2012.
Frente
a esa dinámica que Juan Pablo II definió proféticamente como «ricos cada vez
más ricos a costa de pobres cada vez más pobres», el texto que el lector tiene
en sus manos muestra que otra Iglesia y otro mundo son no solo posibles sino
necesarios.
Como el autor señala con coraje, la Iglesia podría tener mucho que decir en la actual crisis si se mantuviese fiel al Evangelio y no quebrantase la voluntad de Dios apelando a tradiciones humanas, por lo que esta institución debería adoptar una actitud caracterizada por la resistencia, la profecía y la utopía; una utopía que se haga creíble «en pequeños gestos liberadores», en medio de tanta mentira, frustración y desesperación. Como el propio Castellanos sugiere, citando a Albert Camus, «ya que no tenemos poder contra el dolor, hagamos algo para solucionar la miseria».
Como el autor señala con coraje, la Iglesia podría tener mucho que decir en la actual crisis si se mantuviese fiel al Evangelio y no quebrantase la voluntad de Dios apelando a tradiciones humanas, por lo que esta institución debería adoptar una actitud caracterizada por la resistencia, la profecía y la utopía; una utopía que se haga creíble «en pequeños gestos liberadores», en medio de tanta mentira, frustración y desesperación. Como el propio Castellanos sugiere, citando a Albert Camus, «ya que no tenemos poder contra el dolor, hagamos algo para solucionar la miseria».
"Hay que vivir en la Iglesia con libertad, con
alegría, con profecía". Nicolás Castellanos, el obispo que renunció a su
palacio en Palencia para ir a trabajar con los más pobres.
"Una Iglesia que sea más hogar que cárcel, que
sea más tienda de campaña que torreón defensivo. Creo en una Iglesia que se
aleje del poder, del tener y del saber como armas de opresión, y que en actitud
de despojo comparta con los más pores, al estilo de Jesús, lo que tiene y lo
que sabe", manifestó Castellanos, quien reivindicó la necesidad de
"recuperar el espíritu, la letra, la mística del Concilio Vaticano
II".
Una Iglesia crítica consigo misma, como dijera antes
de morir el cardenal Martini, sin miedo y con coraje, abierta a los
interrogantes y a una "Iglesia siempre reformada", movida por
"la pasión por Jesús, por la Iglesia y por la justicia social y la opción
por los pobres"
Fuente: http://confersegorbe-castellon.blogspot.com.es/2013/02/resistencia-profecia-y-utopia-en-la.html
jueves, 4 de abril de 2013
Carta de los Provinciales jesuitas.
Carta de los Provinciales jesuitas de Latinoamérica.
Detrás de la racionalidad económica que suele llamarse neoliberal hay una concepción del ser humano que delimita la grandeza del hombre y la mujer a la capacidad de generar ingresos monetarios; exacerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer, y lleva fácilmente a atentar contra la integridad de la creación; en muchos casos, desata la codicia, la corrupción y la violencia, y, al generalizase en los grupos sociales, destruye radicalmente la comunidad. De manera general, esta concepción considera normal el que nazcan y mueran en la miseria millones de hombres y mujeres del Continente, incapaces de generar ingresos para comprar una calidad de vida más humana.
(Esta carta recoge las conclusiones bosquejadas en el documento de
trabajo anterior. Aquí se recogen algunas de sus ideas)
Queremos profundizar
nuestra misión fe-justicia y compartir, algunas reflexiones sobre el llamado neoliberalismo
en nuestros países. Nos
resistimos a aceptar tranquilamente que las medidas económicas aplicadas en los
últimos años en todos los países latinoamericanos y del Caribe sean la única
manera posible de orientar la economía, y que el empobrecimiento de millones de
latinoamericanos sea un costo irremediable de un futuro crecimiento. Detrás de
estas medidas económicas existe una estrategia política, subyacen una
concepción de la persona humana y una cultura, que es necesario discernir desde
nuestros propios modelos de la sociedad a la que aspiramos y por la que
trabajamos al lado de tantos hombres y mujeres movidos por la esperanza de
vivir y de dejar a las futuras generaciones una sociedad más justa y más
humana.
Estas consideraciones
no pretenden ser el análisis científico de un asunto complejo, que requiere investigación
desde muchas disciplinas. Son solamente reflexiones que encontramos pertinentes,
sobre las consecuencias y criterios del neoliberalismo y sobre las
características de la sociedad que anhelamos. Los comportamientos económicos y
políticos a los que nos referimos reflejan, en el ámbito de lo público, los
límites y contravalores de una cultura fundada en una concepción de la persona
y de la sociedad humana, ajena al ideal cristiano.
Actualmente,
en contraste con la década pasada, la economía de la mayoría de nuestros países
ha vuelto a crecer. Este auge material, que podría abrir esperanzas para todos,
deja sin embargo a multitudes en la pobreza, sin posibilidad de participar en
la construcción del destino común; amenaza la identidad cultural, y destruye
los recursos natura les.
Las
dinámicas económicas que producen estos efectos perversos tienden a
transformarse en ideologías y a absolutizar ciertos conceptos: El mercado, por
ejemplo, de un instrumento útil y hasta necesario para elevar y mejorar la
oferta y reducir los precios, pasa a ser el medio, el método y el fin que
gobierna las relaciones de los seres humanos. Para
lograrlo, se generalizan en el Continente las medidas conocidas como
neoliberales. Las medidas
neoliberales…
- Ponen el
crecimiento económico -y no la plenitud de todos los hombres y mujeres en
armonía con la creación- como razón de ser de la economía.
-Restringen
la intervención del Estado, hasta despojarlo de responsabilidades por los
bienes mínimos que merece todo ciudadano por el hecho ser persona.
-Eliminan
los programas generales de creación de oportunidades para todos, y los
sustituyen por apoyos ocasionales a grupos determinados.
-Privatizan
empresas, con el criterio de que en todos los casos el Estado es mal
administrador.
-Abren sin
restricciones las fronteras a mercancías, capitales y flujos financieros, y
dejan sin suficiente protección a los productores más pequeños y débiles.
-Hacen
silencio sobre el problema de la deuda externa, cuyo pago obliga a recortar
drásticamente la inversión social.
-Subordinan
la complejidad de la hacienda pública al ajuste de las variables
macroeconómicas: presupuesto fiscal equilibrado, reducción de la inflación y
balanza de pagos estable; como si de allí se siguiera todo bien común, y no se
generaran nuevos problemas para la población, que tienen que ser atendidos
simultáneamente.
-Insisten en
que estos ajustes producirán un crecimiento, que, cuando sea voluminoso,
elevará los niveles de ingreso y resolverá por rebalse la situación de los
desfavorecidos.
-Para dar
incentivo a la inversión privada, eliminan los obstáculos que podrían imponer
las legislaciones que protegen a los obreros.
-Liberan de
impuestos y de obligaciones con el medio ambiente a grupos poderosos, y los
protegen, para acelerar el proceso de industrialización; y así provocan una
concentración todavía mayor de la riqueza y del poder económico.
-Ponen la
actividad política al servicio de esta política económica, con lo que caen en
la paradoja de quitar todas las trabas al libre ejercicio del mercado, y, al
mismo tiempo, imponer controles políticos y sociales, por ejemplo, a la libre
contratación de mano de obra, para garantizar la hegemonía del mercado libre.
Detrás de la racionalidad económica que suele llamarse neoliberal hay una concepción del ser humano que delimita la grandeza del hombre y la mujer a la capacidad de generar ingresos monetarios; exacerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer, y lleva fácilmente a atentar contra la integridad de la creación; en muchos casos, desata la codicia, la corrupción y la violencia, y, al generalizase en los grupos sociales, destruye radicalmente la comunidad. De manera general, esta concepción considera normal el que nazcan y mueran en la miseria millones de hombres y mujeres del Continente, incapaces de generar ingresos para comprar una calidad de vida más humana.
Queremos ayudar
a construir una realidad más cercana al Reino de justicia, solidaridad y
fraternidad del Evangelio, una sociedad justa, donde nadie quede excluido del
trabajo y del acceso a bienes fundamentales para la realización personal, como
la educación, la nutrición, la salud, el hogar y la seguridad; una sociedad donde
todos podamos vivir en familia y mirar al futuro con ilusión, compartir la
naturaleza y legar sus maravillas a las generaciones que nos sucederán. Una
sociedad atenta a las tradiciones culturales que dieron identidad a los pueblos
indígenas; a los pobladores que llegaron de otra parte, y a los afroamericanos
y mestizos. Una sociedad sensible a los débiles, a los marginados; una sociedad
democrática, construida participativamente al servicio de los intereses
generales que importan a todos. Este tipo de sociedad tiene un precio elevado,
por los cambios de actitudes, hábitos y valoraciones.
Las tareas
necesarias son:
-Acompañar
el caminar de las víctimas, desde comunidades de solidaridad; para proteger los
derechos de los excluidos, y emprender con ellos, en el diálogo con los
sectores que controlan las decisiones, la construcción de la más inclusiva o
incluyente d e las sociedades posibles.
-Fortalecer
las tradiciones culturales y espirituales de nuestros pueblos, para que se
sitúan, desde su propia identidad, en el espacio de las relaciones globalizadas,
sin menoscabo de su riqueza simbólica y de su espíritu comunitario.
-Incorporar
en el trabajo educativo, que hacemos con muchos otros, el orden de valores
necesario para formar personas capaces de preservar la primacía del ser humano
en el mundo que compartimos; y dar a los alumnos la preparación requerida para
que entiendan la transformación de esta realidad y trabajen en ella.
-Resistir
particularmente a la sociedad de consumo y a su ideología de la felicidad
basada en la compra sin límite de satisfacciones materiales.
-Comunicar,
por todos los medios, los resultados del análisis sobre el neoliberalismo, los
valores que deben ser preservados y promovidos y las alternativas posibles.
-Proponer
soluciones viables, en los espacios donde se toman las decisiones globales y
macroeconómicas.
Trabajaremos
por fortalecer el valor de la gratuidad, el sentido de la vida sobria y de la
belleza simple; por favorecer el silencio interior y la búsqueda espiritual, y
por vigorizar la libertad responsable, que incorpora decididamente la práctica
de la solidaridad.
Buscaremos, junto
a otros muchos, una comunidad nacional y latinoamericana solidaria, donde la
ciencia, la tecnología y los mercados estén al servicio de todas las personas;
donde el compromiso con los pobres ponga en evidencia que el trabajo por la
plenitud de todos los hombres y mujeres, sin exclusiones, será nuestra
contribución, modesta y seria, a la mayor gloria de Dios en la historia y en la
creación.
México,
D.F., 14 de noviembre de 1996
Neoliberalismo en América Latina.
Un documento de trabajo de la Compañía de Jesús en Iberoamérica.
(Vale la pena leer con atención el extenso documento, del que se han sacado las siguientes ideas)
Neoliberalismo
en América Latina
El
texto presenta elementos conceptuales del neoliberalismo y de la
concepción del ser humano que conlleva. Muestra luego los
efectos del neoliberalismo sobre los pobres y sobre el bien común de la
sociedad y concluye sugiriendo líneas de estudio y acción.
En
la década de los años 80, el proceso de ajuste necesario, golpeó
tremendamente a las mayorías populares . Después, en los años
90, a pesar de que efectivamente se ha dado un crecimiento económico
moderado. ha aumentado la protesta ciudadana y en algunos lugares ha
vuelto a aparecer con fuerza la lucha armada. La desigualdad, la miseria y la
corrupción, que son los tres grandes motivos del descontento general están
presentes, y en no pocos aspectos se han agravado. Y en los últimos años
esta situación tiene detrás una manera de hacer economía llamada neoliberalismo
que además penetra la política y toda la vida social.
Aproximación
conceptual al neoliberalismo. El neoliberalismo, tal como se entiende en
América Latina, es una concepción radical del capitalismo que tiende a
absolutizar el mercado. Este mercado absoluto no acepta regulación en
ningún campo. Oponerse al neoliberalismo no significa estar en
contra de la utilización eficiente de los recursos de que dispone la sociedad,
no significa delimitar la libertad individual, no significa apoyar el
socialismo de Estado. Oponerse al neoliberalismo significa afirmar
que el hombre y la mujer son irreductibles al mercado, al Estado o a
cualquier otro poder o institución; y significa denunciar las
ideologías totalitarias, porque cuando éstas se han impuesto, el resultado ha
sido la injusticia, la exclusión y la violencia.
El
neoliberalismo, tiende a valorar al ser humano únicamente por la capacidad
de generar ingresos y tener éxito en los mercados, y llega hasta los
últimos reductos de las comunidades destruyendo la solidaridad y
desatando la violencia.
En
el contexto de la radicalización neoliberal, se desata la carrera por
poseer y consumir, se exacerba el individualismo y la competencia, y
lleva al olvido de la comunidad, produciendo la destrucción de la integridad de
la creación. Las políticas neoliberales restringen la intervención del
Estado hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos. Eliminan
los programas generales de creación de oportunidadesy los sustituyen por apoyos
ocasionales a grupos focalizados. Privatizan empresas con el criterio de
que la administración privada es mejor. Abren sin restricciones las
fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y dejan sin
suficiente protección a los productores más pequeños y débiles. Hacen
silencio sobre el problema de la deuda externa cuyo pago obliga a recortar
drásticamente la inversión social. Subordinan la complejidad de la
hacienda pública al ajuste de las variables macroeconómicas, sin atender
los nuevos problemas de la población que emergen de estos ajustes.
Insisten
en que estos ajustes producirán un crecimiento que elevará los niveles de
ingreso y resolverá la situación de los desfavorecidos. Para incentivar la inversión
privada, eliminan los obstáculos que podrían imponer las legislaciones que
protegen a los obreros. Liberan de impuestos y de las obligaciones con el
medio ambiente a grupos poderosos, y los protegen para acelerar el proceso de
industrialización, y así provocan una concentración todavía mayor de la
riqueza y el poder económico.
Estas
medidas de ajuste han tenido aportes positivos, como la contribución de los
mecanismos de mercado para elevar la oferta de bienes de mejor calidad y
precios, la reducción de la inflación en todo el continente, el quitar a los
Gobiernos tareas que no les competen para darles oportunidad de dedicarse, si
quieren, al bien común, la conciencia generalizada de austeridad fiscal que
lleva a utilizar mejor los recursos públicos, y el avance de las relaciones
comerciales entre nuestras naciones. Pero estos elementos están lejos de
compensar los inmensos desequilibrios y perturbaciones que causa el
neoliberalismo en términos de multiplicación de masas urbanas sin trabajo o que
subsisten en empleos inestables y poco productivos, quiebras de miles de
pequeñas y medianas empresas; destrucción y desplazamiento forzado de
poblaciones indígenas y campesinas; expansión del narcotráfico basado en
sectores rurales cuyos productos tradicionales quedan fuera de la competencia;
desaparición de la seguridad alimentaria; aumento de la criminalidad empujada
no pocas veces por el hambre; desestabilización de las economías nacionales por
los flujos libres de la especulación internacional; desajustes en comunidades
locales por proyectos de multinacionales que pr escinden de los pobladores.
El
neoliberalismo, al oponerse a la intervención redistributiva del Estado,
perpetúa la desigualdad, introduce el criterio de que solamente el mercado
posee la virtud de asignar eficientemente los recursos y deja de lado
intentos por la democratización de la propiedad accionaria o la reforma agraria
integral.
Estamos
peligrosamente empujados por una cultura que radicaliza la ambición por poseer,
acumular y consumir, aparecen la inestabilidad de las familias, las
múltiples y crecientes formas de violencia, la discriminación contra la mujer,
la destrucción del medio ambiente, la manipulación de los individuos por los
medios de comunicación, hostigamiento al campesinado y las comunidades
indígenas, el crecimiento de ciudades inhóspitas, la pérdida de legitimidad de
los partidos políticos, la corrupción de los dirigentes, la privatización del
Estado por grupos con poder económico, la pérdida de gobernabilidad del aparato
estatal, la penetración de consumos alienantes como la droga y la pornografía,
la complejidad de procesos de secularización y de búsquedas espirituales que
prescinden del compromiso comunitario y de la práctica de la solidaridad. El
neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición del bien común
como objetivo central de la política y la economía.
Ademas
de entender a fondo el neoliberalismo y las dinámicas sociales concomitantes...
Tenemos
una tarea pedagógica inmensa: En un contexto donde desaparece el horizonte del
bien común y cada uno busca su propio provecho en el mercado, la exclusión
social se profundiza.
Hay
que emprender una esfuerzo educativo formal e informal para transformar las
instituciones, empresas y proyectos excluyentes, las políticas de la exclusión,
y a los hombres y mujeres que son actores de exclusión, muchas veces sin
conciencia de ello.
Tenemos
que empezar por examinarnos a nosotros mismos, nuestras preferencias y los
grupos que frecuentamos. Nosotros también podemos ser parte de la dinámica de
la exclusión. Y también hay que propiciar cambios en los excluidos, porque
ellos a su vez son muchas veces la contraparte del tipo de sociedad nacional e
internacional que hemos creado.
El
desafío está en partir de los que han sido dejados fuera y desde allí, al lado
de los pobres y caminando con ellos, proponer para todos la más inclusiva o
incluyente de las sociedades posibles y viables. Por eso esta tarea llama a una
transformación estructural de nuestras sociedades que va más allá de la
resistencia a los elementos perturbadores del neoliberalismo. No se trata de
incluir a los excluidos, en sistemas que son aparatos de generar exclusión. Se
trata de un trabajo paulatino y paciente por crear la sociedad solidaria que no
existe.
Siempre los hombres y mujeres estarán amenazados por la codicia de la riqueza, por la ambición de poder y por la búsqueda insaciable de satisfacciones sensibles. Hoy esta amenaza se concreta en el neoliberalismo, mañana encontrará otras expresiones ideológicas y aparecerán otros ídolos. Nosotros hemos sido llamados en la Iglesia para contribuir a la liberación de nuestros hermanos y hermanas del desorden humano y vamos a permanecer allí, en esta tarea al servicio de todos, situándonos al lado de nuestros amigos lo pobres porque desde allí lo hizo nuestro amigo, el Señor Jesús (CG34, 2,9).
Texto completo: Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/relat/171.htm
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